Solo escribiendo mejor
que Bolaño se puede uno dar el lujo de una estructura polifónica hecha de
trozos de entrevistas, sin quedar como un triste émulo, un chiste o un
ejercicio de clase. Pero sí, Mónica escribe mejor. Mónica escribe que te
perdés, te caés en el agujero negro de este libro, del lenguaje y sus
limitaciones, del grito mudo de lo inefable, de la construcción sensorial
exquisita y extática y de la cualidad poética de cada sintagma.
Al principio apunté,
entusiasmada, en el lateral de alguna página, que la profundidad de los
insights de la autora en la condición humana solo puede explicarse porque su
caso es patológicamente letraherido.
No sé de nadie que haya leído más, y menos con tanta fruición. Yo conocí a
Mónica en un máster y creo que es superdotada (whatever that means), y que
serlo debe de ser una putada muy gorda, pero me da la impresión de que la
literatura es la válvula que libera la presión de su inteligencia desmesurada.
En algún momento, al comienzo, un personaje dice algo así como que escribe para
tener excusa para darse a pensar, y que me aspen si no es exactamente el caso
de esta autora. Para pensar y para comentar lecturas que la han conmovido, sin
ánimo de lucirse sino por puro entusiasmo, pues el libro está lleno de referencias
al paso, que vienen totalmente a cuento y no resultan forzadas porque no lo son;
son, en cambio, parte de una reflexión profundamente filosófica que atraviesa
el libro. Porque el libro es, esencialmente, dos cosas: reflexión filosófica y
experiencia sensorial. La escena que inspira la portada es increíble. Te
olvidás de que estás leyendo, estás ahí, bajo esa agua, compartiendo la
esperanza de que tu padre te quiera, intentando darle a lo que te pasa una
interpretación positiva a base de los fragmentos que sentís. Espectacular. No
se puede escribir mejor. También las descripciones son poéticas. Abro el libro
y encuentro una, pero hay tantas, tan buenas, que me da pena usar solo una de
ejemplo, me quedo corta, no la copio (no puedo copiar todo lo marcado y
subrayado que tengo!)….. también el eco de Cernuda y aquella pregunta cuya
respuesta no existe (ecos literarios hay cientos, no se trata de listarlos,
menciono éste porque me resulta particularmente cercano)
Pero decía que apunté lo
de los insights y sin embargo -y aquí voy a atreverme a hacer una crítica desde
toda mi humildad de periodista deportivo que no sabe patear un penal y comenta
una finta de Messi- voy a atreverme igual, digo, a preguntarme si realmente el
insight es tal. Es decir, está claro que la novela se atreve a hacer foco en
los detalles más sórdidos y siniestros, pero me queda la duda de hasta qué
punto hay un insight en la naturaleza humano o prima más bien la estética en
detrimento de la psicología. Está claro que no deseo psicología barata, eh,
pero en algún momento de la novela hay una frase que dice algo así como que el
único personaje es la escritora, y yo creo que hay ahí una confesión. Las
voces, el idiolecto de cada personaje, están logradísimos (aunque debo decir
que me choca un poco la iconografía azteca) pero personajes redondos….no sé si
hay, aunque también es cierto que no es el afán principal de la novela, y que
su cualidad expresiva y su angustia por la inefabilidad se plasman sin
necesidad de personajes redondos, y conmueven, joder si conmueven. Pero sigo,
Mónica, intentando explicar esto que digo de los insights, a ver si puedo
explicarme y te interesa mi comentario: yo en el libro veo mucha película de
Greenaway, demasiada de Haneke y muy poca de Noah Baumbach. En fin, se despierta
mi hija, la novela es espectacular, un placer para el intelecto y los sentidos,
pero también una tortura para éstos últimos. Yo tuve que saltarme algunas
páginas, pero seguí leyendo, a diferencia de lo que me ha pasado con otra
autora o lo que me pasa con Haneke (ya sé que discrepamos pero para mí el
ataque a los sentidos no se justifica en su caso, es ataque per se, mientras que en el caso de
Nefando no es así aunqnue yo hay una capítulo que recomiendo enérgicamente
saltarse). En fin, lo dicho, que me reclaman en casa, felicitaciones Mónica y
un abrazo desde los Pirineos.