jueves, 29 de diciembre de 2016

Nefando


Solo escribiendo mejor que Bolaño se puede uno dar el lujo de una estructura polifónica hecha de trozos de entrevistas, sin quedar como un triste émulo, un chiste o un ejercicio de clase. Pero sí, Mónica escribe mejor. Mónica escribe que te perdés, te caés en el agujero negro de este libro, del lenguaje y sus limitaciones, del grito mudo de lo inefable, de la construcción sensorial exquisita y extática y de la cualidad poética de cada sintagma.
Al principio apunté, entusiasmada, en el lateral de alguna página, que la profundidad de los insights de la autora en la condición humana solo puede explicarse porque su caso es patológicamente letraherido. No sé de nadie que haya leído más, y menos con tanta fruición. Yo conocí a Mónica en un máster y creo que es superdotada (whatever that means), y que serlo debe de ser una putada muy gorda, pero me da la impresión de que la literatura es la válvula que libera la presión de su inteligencia desmesurada. En algún momento, al comienzo, un personaje dice algo así como que escribe para tener excusa para darse a pensar, y que me aspen si no es exactamente el caso de esta autora. Para pensar y para comentar lecturas que la han conmovido, sin ánimo de lucirse sino por puro entusiasmo, pues el libro está lleno de referencias al paso, que vienen totalmente a cuento y no resultan forzadas porque no lo son; son, en cambio, parte de una reflexión profundamente filosófica que atraviesa el libro. Porque el libro es, esencialmente, dos cosas: reflexión filosófica y experiencia sensorial. La escena que inspira la portada es increíble. Te olvidás de que estás leyendo, estás ahí, bajo esa agua, compartiendo la esperanza de que tu padre te quiera, intentando darle a lo que te pasa una interpretación positiva a base de los fragmentos que sentís. Espectacular. No se puede escribir mejor. También las descripciones son poéticas. Abro el libro y encuentro una, pero hay tantas, tan buenas, que me da pena usar solo una de ejemplo, me quedo corta, no la copio (no puedo copiar todo lo marcado y subrayado que tengo!)….. también el eco de Cernuda y aquella pregunta cuya respuesta no existe (ecos literarios hay cientos, no se trata de listarlos, menciono éste porque me resulta particularmente cercano)

Pero decía que apunté lo de los insights y sin embargo -y aquí voy a atreverme a hacer una crítica desde toda mi humildad de periodista deportivo que no sabe patear un penal y comenta una finta de Messi- voy a atreverme igual, digo, a preguntarme si realmente el insight es tal. Es decir, está claro que la novela se atreve a hacer foco en los detalles más sórdidos y siniestros, pero me queda la duda de hasta qué punto hay un insight en la naturaleza humano o prima más bien la estética en detrimento de la psicología. Está claro que no deseo psicología barata, eh, pero en algún momento de la novela hay una frase que dice algo así como que el único personaje es la escritora, y yo creo que hay ahí una confesión. Las voces, el idiolecto de cada personaje, están logradísimos (aunque debo decir que me choca un poco la iconografía azteca) pero personajes redondos….no sé si hay, aunque también es cierto que no es el afán principal de la novela, y que su cualidad expresiva y su angustia por la inefabilidad se plasman sin necesidad de personajes redondos, y conmueven, joder si conmueven. Pero sigo, Mónica, intentando explicar esto que digo de los insights, a ver si puedo explicarme y te interesa mi comentario: yo en el libro veo mucha película de Greenaway, demasiada de Haneke y muy poca de Noah Baumbach. En fin, se despierta mi hija, la novela es espectacular, un placer para el intelecto y los sentidos, pero también una tortura para éstos últimos. Yo tuve que saltarme algunas páginas, pero seguí leyendo, a diferencia de lo que me ha pasado con otra autora o lo que me pasa con Haneke (ya sé que discrepamos pero para mí el ataque a los sentidos no se justifica en su caso, es ataque per se, mientras que en el caso de Nefando no es así aunqnue yo hay una capítulo que recomiendo enérgicamente saltarse). En fin, lo dicho, que me reclaman en casa, felicitaciones Mónica y un abrazo desde los Pirineos.