Estimada Susanna:
Te llamaré Susanna, aunque ese no sea tu nombre, porque mi intención con esta carta no es denunciarte públicamente. Fuiste correcta. Cuando conseguí hablar contigo hubo un momento incluso en el que me pareció que te sabía mal de verdad. Por eso te trataré de "tú" y te hablaré por tu nombre de pila, Susanna. Ese nombre que llevas quizás en honor de tu abuela o de la hermana de tu madre, que murió un año antes de que nacieras, aquella que era mucho mayor que tu madre y que murió sin tener hijos porque el novio de toda la vida cambió de idea en el último momento y la pobre nunca se repuso, y a tu madre prácticamente la crió ella, tu madre siempre te lo explicaba, Susanna, pero mejor voy ya al grano, que me consta que a ti esto de las historias de las personas no te interesa para nada, así que te planteo aquí una pregunta deontológica, que sé que te mueves más cómoda con las palabras de definición unívoca que cuando la gente te cuenta su vida.
¿Quién es mejor profesional, Susanna? ¿Aquel que jamás contempla casos concretos, consiguiendo así el epítome del trabajo sistemático, o aquel que aún hoy, en este mundo sistematizado, tiene la osadía de escuchar a las personas? Hay quien está orgulloso de su eficiencia, sin darse cuenta de que ya no es capaz de hacer nada que no pudiera hacer en su lugar un robot.
Y es que Susanna estudió Derecho. Iba para abogada laboralista, pero acabó trabajando en Recursos Humanos. Gestión de personal le llaman también. Aunque de humano y de personal no le quede ya nada. Ella quería defender a las trabajadoras, y por eso digo que "acabó", porque si ahora se parara a recapitular, no sabría identificar en qué momento dejó de defender a las personas y empezó a aplicar un sistema. Meticulosamente. Y sin jamás caer en el error de escuchar ningún caso concreto, dónde vamos a parar, faltaría más.
Ya he abandonado lo de la carta, mejor escribir un guión. Una escena en la que Susanna, después de negarle el cambio de puesto de trabajo a una madre separada que le pide una plaza más cerca, abre el periódico y lee la noticia: «Mujer de 46 años fallece en choque frontal contra un camión en la N230. La mujer, vecina de Pueblo Remoto de Dalt, realizaba el trayecto cada día desde hace seis años, en un horario con mucho tránsito de vehículos pesados y en condiciones meteorológicas adversas». Susanna ve las iniciales y un escalofrío le recorre la espina dorsal. O este otro: «Feminicidio en Pueblo Remoto de Dalt: los vecinos aseguran que la mujer llevaba años intentando conseguir un traslado para poder alejarse de su ex marido». O de esos dramaticones que pululan en internet: «Madre no acude a recoger a su hija en plena tormenta de nieve», para que te quedes pensando si se retrasó, se murió o desapareció de alguna forma sobrenatural.
Pero no quiero seguir por estos derroteros, porque ya mi imaginación me lleva a cosas incluso más terribles. No, no quiero un acontecimiento puntual y desgarrador. Quizás si Susanna lee alguna estadística, pueda comenzar a vislumbrar lo que hay detrás de cada "persona" de esas a las que "gestiona". «El 90% de las mujeres se jubila más tarde y con prestaciones más bajas que los hombres. Esto ocurre porque generalmente son quienes cuidan de niños y mayores, debiendo reducir así sus posibilidades de crecimiento profesional y económico». Esto es algo que siempre la ha indignado, a Susanna, las desventajas estructurales con las que juegan las mujeres. Y el Telenoticias Comarcas pasa entonces a dar otro dato pero este ya sí que se le escapa porque está empezando a cabecear la siesta, que en verano en Lleida siempre se duerme un rato con el aire acondicionado puesto: «un habitante del Pirineo tiene, de promedio, 100 posibilidades menos de encontrar una plaza de trabajo especializada que alguien que vive en la ciudad». ("Què bé que esteu aquí, què fresquets").
Susanna se mueve bien entre estadísticas pero a mí en cambio no se me da bien ilustrar mi imaginación con ellas, así que vuelvo a pensar en la historia pequeñita, en las decisiones cotidianas que acaban haciendo que no puedas crecer en el curro, con lo que te apasiona, porque la vida pasa volando y ahora que a tu madre le han diagnosticado alzhemier se viene una época chunga, y por suerte cuando esto le pasó precisamente a Susanna ella ya tenía una situación consolidada y la pudo hacer atender por los mejores profesionales del Centro de Día que le queda al lado de casa y a cinco minutos del trabajo. ("¿Por qué no se presenta a otra plaza? A mí tampoco me dieron la que quería enseguida") Bienaventurados los que, además de currárselo, tienen ciertos privilegios de los que no son conscientes, porque de ellos será la fortuna de creerse modelo para los demás.
Vuelvo a poner a Susanna frente al periódico y la noticia desgarradora. Quiero creer que cuando colgó el teléfono, después de negar el traslado a aquella trabajadora, le quedó un mal sabor de boca. Pero la mujer fue correcta, Susanna está segura de que lo entendió. Ya se presentará el próximo curso. Susanna no sabe que cuando colgó el teléfono a aquella mujer se le quebró la voz y ya no pudo parar de llorar en todo el trayecto de regreso a casa. Yo no quiero castigar a Susanna, no quiero venganza, lo que quiero es que, a partir de una historia humana, tenga una revelación. Quiero que vuelva a ser la joven idealista estudiante de Derecho. Quiero que de repente descorra una cortina y vea una situación cotidiana, repetida, inescapable, un círculo vicioso, un remolino desde el cual los que nadan tienden la mano pidiendo que alguien los ayude a salir. Pero es que no les podemos dar la mano a todos, hombre, només faltaria. (De todos modos, esto tiene algo de chantaje emocional que no me gusta. Eso del efecto mariposa es siempre una falacia). Y además, es probable que Susanna ni siquiera caiga en la cuenta, al leer el titular, de que se refiere a aquella persona a la que le negó un cambio por un tema formal que no perjudicaba a nadie.
La pregunta es: ¿Hay esperanza aún para Susanna, o ya no? Me la imagino abriendo el periódico, leyendo las iniciales de la mujer y atando cabos, con un pinchazo en el vientre. El efecto mariposa como recurso deontológico: yo la maté, yo me negué a coger la mano que me tendía desde el remolino de agua en el que no dejaba de bracear. Yo la condené. La condené a la precariedad, la condené a rogarle ayuda a su ex, la condené a conducir el coche en medio de la ventisca, con la mente en la niña que se había quedado llorando en casa de la vecina como cada día que la tiene que dejar ahí a las 6:30 para ser la primera en entrar al aula – la profe no puede llegar tarde – y justo ese día, además, la niña había pasado mala noche y a ver cuando consigo la plaza un poco más cerca, el próximo curso, seguro, va, un curso más (aunque con este ya van siete y siempre parece que el próximo ya podrás y el próximo no, porque tampoco, porque hay un defecto de forma, porque no dan los plazos, a ver, un poco de paciencia, el próximo curso seguro que ya sí) y es ahí cuando aparece un camión de frente y todo se funde a negro. En esta ficción que no acaba de nacer del todo yo quiero a la vez angustiar y consolar a Susanna, porque obviamente no son culpa de ella ni el choque, ni el feminicidio, ni la precariedad, ni la angustia de la madre que no llega, ni la de la profe que ama su trabajo y se angustia por no llegar a todo. Esto es así de verdad, Susanna, no se trata de culparte, solo de que la próxima vez contemples que no eres tú, son las circunstancias. Tú no podías hacer nada. Además, mira si vas a atender a las circunstancias personales. No, ni aunque, estrictamente hablando, no se salten ninguna norma. Yo te entiendo, de verdad que te entiendo, y me sabe mal, pero es que tú firmaste una continuidad y el acto administrativo es anterior a las posteriores adjudicaciones, y además, tal y como establece la Resolución talicual, las propuestas de contunidad del centro son irrenunciables, y esto ya lo hemos respondido (nosotros siempre respondemos, nuestro índice de respuesta es del 100%) y ¿por qué no te pides otra plaza? - si no hay pan, que coman tortas -, imagínate si vamos a poder contemplar casos individuales, hace un mes también un señor me pidió un cambio y también le dije que no, dónde vamos a parar. Imagínate, Susanna, que tu trabajo consistiera en atender peticiones de personas que te exponen sus circunstancias, qué sería del sistema, faltaría más, dónde vamos a parar.