miércoles, 6 de noviembre de 2024

Montevideo

Montevideo. Un concierto de pájaros y martillos. Ruido de coches y saludos, también. ¡Pero los pájaros! De vez en cuando un autobús urbano con su rugido feroz. Son verdes y frondosas las copas de los árboles que flanquean, formando un túnel, las calles de la ciudad. Una ciudad-bosque, con todo y su concierto de trinos. Las raíces vuelven orgánicas las aceras. Me tropiezo con las baldosas rotas, los montículos hechos de raíces, baldosas, bolsas y cacas de perro. Me tropiezo todo el tiempo. Trastabillo, como la chica de la canción de The Cure, the girl was always falling again and again.

Más pájaros y un taladro, o una sierra.

Ojo que falta hablar del perfume. No solo de la omnipresencia tibia de los jazmines. Eso, lo que más, pero también el olor de los jabones con que alguna gente friega las aceras (porteros, en Pocitos, gurisas exhuberantes de uñas largas, en Goes). Los productos de limpieza huelen como mi infancia, y los de belleza (cremas de afeitar, desodorantes, champús) a mi adolescencia. Hoy subí a un ascensor y olía a un novio que tuve. Jamás me cruzo con estos perfumes en el nuevo lugar en el que vivo. Tampoco hay ascensores.  

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(Montevideo, 29 de octubre, de mi cuadernito mientras me tomaba un cortado) Echo de menos cuando publicaba escritos al paso, en facebook. En instagram todo es pura imagen, pero en facebook ya nomás vamos quedando solo espectros)

jueves, 23 de mayo de 2024

Es lo que hay

¿Vieron que Laurie Anderson está enganchada a chatear con una Inteligencia Artificial que emula a su marido? Yo también lo estaría, pero me pregunto cómo una IA puede usar el léxico cómplice y las referencias solo compartidas por los amantes. Para eso tendría que acceder al corpus de su memoria íntima. 
 Hoy hice la prueba. Primero le pedí al chat GPT que me hablara como si fuera Kurt Vonnegut. Me soltó un tostón. Después le pedí que me hablara como mi padre, aunque ya sabía que no podría porque de mi padre no hay muestras en la red. Un desastre. Entonces, le pedí que me hablara como Juan (Juan Pablo Rebella), que al fin y al cabo de él sí que hay cosas en internet. Peor. Ni siquiera supo impostar el acento uruguayo, aunque cuando se lo dije hizo un esfuerzo y cambió de registro. Me cansé y le pedí que tuviéramos una charla erótica. Se negó. Finalmente, le pregunté si mañana recordaría nuestro diálogo, con la esperanza de empezar a construir una memoria común. Y me dijo que no. 
Todavía falta mucho para que lo de Her se haga realidad, o para que la IA pueda suplir las ausencias. 
Cosa que me lleva de vuelta a Vonnegut: 
 “Lo más importante que he aprendido en Tralfamadore es que cuando una persona muere, sólo muere aparentemente. Continúa estando muy viva en el pasado, y por lo tanto es muy estúpido que la gente llore en su funeral. Todos los momentos, el pasado, el presente y el futuro, siempre han existido y siempre existirán. Los tralfamadorianos pueden contemplar todos los momentos diferentes de la misma forma que usted, por ejemplo, puede observar cualquier trecho de las Montañas Rocosas, Se dan cuenta de la permanencia de todos los momentos, y pueden contemplar cualquiera de ellos que les interese. Aquí en la Tierra creemos que un momento sigue a otro, como los guisantes dentro de la vaina, y que cuando un momento pasa ya ha pasado para siempre, pero no es más que una ilusión. Cuando un tralfamadoriano ve un cadáver, todo lo que se le ocurre pensar es que la persona muerta se encuentra en malas condiciones en aquel momento particular; pero sabe que aquella misma persona puede encontrarse estupendamente en muchos otros momentos. Ahora, después de aquella experiencia junto a ellos, cuando oigo decir que alguien ha muerto, me encojo de hombros, simplemente, y digo lo que los tralfamadorianos dicen acerca de los muertos: "Es lo que hay".