Acabo de ver otra de esas reseñas que te
dan ganas de retirarte a vivir en las montañas, lo más lejos posible de esa
especie parásita que se nutre de la valentía ajena para existir. No, no me
refiero a los críticos de arte sino a los listillos que creen serlo, que es
distinto.
Jaime Pena, enviado a Cannes desde
España, habla de Pablo Stoll en lugar de hablar de 3, la película. Yo pensaba
que estaba en la tapa del manual del buen crítico de ficción aquello de limitarse
a hablar de la obra y no de la biografía (vinculándola con la totalidad de la
obra del artista y con la tradición en la que se inscribe y bla, bla, bla, por
supuesto, pero jamás con la muerte de su perro cuando el director contaba solo
diez años, o con el suicidio de su compañero de tablas). ¿”Fantasmas”? ¿”Compasión”? ¿”No se siente
seguro”? El texto parece más un artículo para la Revista de Psicología Positiva
de Jorge Bucay que una reseña de un enviado especial a Cannes. La próxima vez, que
me manden a mí, que vivo más cerca y tengo un vestido de fiesta todo escotado que se me está apolillando en el ropero.
No es la primera vez. El suicidio de
Rebella es utilizado sistemáticamente como excusa, más o menos explícita, para
sustuir la labor crítica por pseudo-psicología pública.
Hace unos años salió una reseña inclemente
sobre “Hiroshima”. Una reseña que se basaba en su biografía pública y no en las
características de la película. El autor
del texto creía manejar criterios cinematográficos, quizás porque era
capaz de identificar lo que es un fundido a negro, o contar los minutos de un
plano secuencia, pero el textito de
marras incluía perlas tales como el párrafo que transcribo:
Mucho
se esperaba de la nueva película de uno de los dos directores que formaron
aquel tándem que logró hacer trascender a cotas universales hace unos años el
cine uruguayo y que volvía reiteradamente con las manos llenas de premios de
cada Festival al que acudía; una pareja que se deshizo de la más trágica de las
maneras con el suicidio de uno de sus miembros, Juan Pablo Rebella, para muchos
-y algo de razón han de tener- el "bueno" de la pareja, el creativo;
el genio. Porque con el suicido de Rebella parece que también murieron las
ideas, inmoladas, al menos las buenas, las de antaño, las de la ironía cáustica
y el sarcasmo desesperanzado de “25 watts” (revisión de un existencialismo
cáustico de juventud urbana que Nani Morretti había iniciado en “Ecce Bombo”
así como Reijman en “Rapado” y Kevin Smith en “Clercks”) o las de la poética
humanística del fracasado, del pobre hombre, en "Whisky". Pero aquí
no, en “Hiroshima” no hay nada de eso, nada de originalidad, nada de reflexión,
nada de desesperanza social;
Además de estar escrita con una prosa
pesada y llena de lugares comunes, se trata de una crítica tremendamente
cobarde, disfrazada de valiente. Mientras Jaime Pena (el de la reseña de 3) se
hace el compasivo, el anónimo autor de la reseña de Hiroshima se hace el
valiente y el erudito (y a su erudición le falta, por ejemplo, citar “Permanent
Vacation”, de Jim Jarmusch, más explícita –y quizás por eso más panfletaria- en
su “desesperanza social”). Un buen crítico identifica el proyecto estético del
artista y, si le parece que tal o cual estrategia o técnica no funciona, lo
explica con argumentos. Por eso, un buen crítico, aunque sea duro, contribuye a
la labor creativa de los artistas. Un mal crítico solo contribuye a su propio ego, al
cotilleo, y en la mayoría de los casos, a su dipsomanía por cuenta ajena.
Lo verdaderamente bueno, lo valiente, es
crear. Crear conexiones nuevas, en el caso del crítico, y crear a secas, en el
caso del artista. Crear arriesgándose, no repitiendo fórmulas. Eso es lo que hace
Stoll.
Si aún tienen tiempo de seguir leyendo, acá les dejo un par de textos sobre crítica cultural. El primero es de una película de Disney. Sí, como lo leen. A mí si una reflexión me parece acertada, no necesito que esté firmada por un intelectual reconocido. El segundo es de W.H.Auden, pero lo que vale es lo que dice, no el nombre.
De Ratatouille:
“En muchos sentidos, la labor del crítico
es sencilla: arriesgamos poco pero tenemos poder sobre quienes ofrecen su
trabajo y su persona a nuestro juicio. Prosperamos con la críticas negativas,
que son divertidas de escribir y de leer, pero la triste verdad que debemos
enfrentar los críticos es que, al final, cualquier creación, por mala que sea,
tiene mucho más valor que la crítica que la condena.
Hay ocasiones en las que el crítico
realmente se arriesga, al descubrir y salir en defensa de algo nuevo. El mundo
suele maltratar el nuevo talento, la nueva creación....”
De “Leer”, ensayo de Auden:
“¿Cuál es la función del
crítico? A mí, personalmente, puede hacerme uno o más de los siguientes
servicios:
1. Presentarme obras o autores que antes yo desconocía.
2. Convencerme de que una lectura descuidada me ha hecho
subestimar una obra o un autor.
3. Mostrarme relaciones entre obras de diferentes épocas
históricas y culturales, relaciones que mis escasos conocimientos no me
permitieron, ni me permitirán, ver por mi cuenta.
4. Presentar una «lectura» que ahonde mi comprensión de la
obra.
5. Arrojar luz/sobre la «factura» artística.
6. Arrojar luz sobre la relación del arte con la vida, la
ciencia, la economía, la ética, la religión, etc.
Los primeros
tres servicios exigen erudición. No es suficiente tener muchos conocimientos;
para ser llamado así, el erudito debe tener conocimientos útiles a los demás
[...] [agrego yo que no es lo mismo “erudición” que una buena búsqueda en
google. La segunda solo arrojará conexiones que otros ya hayan hecho, nada nuevo
que aportar]
Aupa, gracias por bancarme la bronca.
Y para rematar, una canción de Lou Reed:
La dizque reseña de 3:
La dizque reseña de Hiroshima: http://daguerrotiposyotroscines.blogspot.com.es/2010/11/hiroshima-pablo-stoll-uruguay-2009.html