miércoles, 10 de septiembre de 2025

10 de setiembre de 2025

Ando poco concentrada para hacer literatura, y lo que escribo últimamente es bastante personal. Aun así, me pueden las ganas de compartirlo públicamente, así que ahí va esto.

Conversación con mamá. Estaba escuchando a Serrat y cocinando cuando me llamó. Detalles aparte, me acabó diciendo algo hermoso. Me dijo: además de que vos sos una bellísima persona, de corazón profundamente bueno, Mariana, hasta el ser humano más ruin merece ser amado, porque en el fondo todos somos uno.

Cuando corté, estaba en el balcón, viendo y oyendo el mar. Acababa de cenar y de hablar con mi mamá y me disponía a leer. Pensé que qué suerte estas conversaciones con ella. Suerte que es, además, un regalo inesperado. Es relativamente reciente esta cercanía con mi madre y hace un año todos pensamos que se moría. Pensé que se va a morir, y que quiero atesorar e integrar su sabiduría y el recuerdo de su voz y su humor y estas conversaciones. Atesorar e integrar, porque sé que pronto tendré que escuchar la voz de mi madre que quede dentro de mí cuando ella ya no esté.

También pensé, y sé que es bestia pero no es la primera vez que lo imagino, cómo va a ser cuando se muera. Acá no va a haber funeral y la mayoría de la gente no la conoce. Pensé: voy a enviar un mensaje, le voy a organizar un funeral para que mis allegados me vengan a dar las condolencias. Pero ¿cómo? Y ¿qué nos diremos? Entonces, me dije: le voy a hacer un homenaje. Voy a invitar a las personas que me quieren a que me escuchen hablar de ella, quizás les enseñe fotos, no sé. Habría que escuchar música y bailar y cantar y leer poemas en voz alta. Tomar vino y jerez, comer pasta en abundancia, reír a carcajadas y dar ejemplo de amor y de alegría de vivir. Tendría que ser una fiesta en la que no los aburriera demasiado con los detalles de quién era. Quizás alguna anécdota, como que le gustaba Angie o que grabó en cassette un concierto de Bon Jovi que transmitieron por la radio, que era la persona más abierta de mente que yo haya conocido, y poco más. Que nos peleábamos y era sarcástica en extremo, también. Pero que todo eso al final se diluyó y que, al final, lo que tengo ganas de decirle a la gente que me venga a dar un abrazo es que se quieran. ¡Quiéranse! Quiéranse los unos a los otros, mírense con los ojos de la compasión, de la maravilla única que es cada existencia, cada uno de nosotros, de lo fútil que es exasperarse por detalles que solo son exasperantes porque damos por sentado que nos tendremos. Que no nos juzguemos, que veamos todo con los ojos del amor porque la vida es un ratito, un ratito, celebremos los cachitos, los breves lapsos que nos es dado convivir los unos con los otros, los lugares en el mundo y en el tiempo en que nuestros senderos van paralelos o se van cruzando. Por favor, ¡quiéranse!

                                                              

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