Del
mismo autor de
“no
podía evitar que los ojos volvieran a ella, a su aura de epifanía insoportable
o de nave alienígena recién descendida”
Llegan
también estos párrafos:
"Con
toda sensatez, el profesor Larrosa se burlaba del Negro Dubra (un conocido de la adolescencia que vivía embarullado
de caña y jarabe para la tos en un tugurio pestilente, entre el barrio Sosa y
un monte de Eucaliptus) porque admiraba conmovido a Chinaski y otros
ejemplares de la basura blanca californiana.
-Este
nabo fue a Juntacadáveres a dedo y canjeó un libro de Bukowski por una bolsa de
cucumelos cosechados a orillas del Olimar- me decía –y no se da cuenta de que
él mismo, que la pobre Lid Clamaremos, junto con todos los tarados que los
rodean, son antihéroes mucho más radicales que esos mamados y bufarrones de
papel. Está chalado el hijoputa, tú deberías escribir sobre el jodido Negro Dubra, Gustavo.
-Vale.
Morosoli posmo- recuerdo haber consentido.
Parodiábamos
infantilmente las traducciones de Anagrama, donde winos y junkies de la
costa Este hablaban como antiguos guardas de ómnibus de CUTCSA…”
Ya
con Carlota Podrida escribí una
entrada exaltada en la que les pedía a todos que leyeran por favor esa joya. Todo termina aquí es igual de hilarante
y está igual de obscenamente bien escrita. Una, que se lo pasa bien
escribiendo, lee esto y queda convertida en la caricatura de un montoncito de
materia fecal blandita y maloliente (esto último gráficamente representado con
el dibujo de dos o tres moscas) acompañada de una viñeta que pone “soy un lugar
común”. Suerte que se me aparece también el fantasma de mi maestra de sexto que
con su dulce tono nos instaba a no compararnos los unos con los otros cuando
alguna preadolescente regordeta e inhábil se excusaba con una menstruación
inventada para no asistir al escarnio de ver a Lucía Sosa hacer el espagat o
saltar el plíncton con sus insultantes ojos celestes. Hay de todo en la viña
del señor. Pero lo de Gustavo Espinosa es de otro planeta, y ni siquiera tiene
la decencia de estar muerto, por lo menos, como Onetti. Qué bien escribe (y qué
uruguayo, pobres traductores) que lo parió.
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